San Pancracio


Nació en 290 en Frigia, en la actual Turquía, en una época sumamente difícil para los cristianos en todo el Imperio Romano.
San Pancracio era hijo de un acaudalado ciudadano romano, pero tuvo la desgracia de quedar huérfano a los diez años. Fue así que viajó a Roma en compañía de su tío Dionisio, y ahí entró en contacto con la fe de Jesús.
Conmovido por los tormentos a los que eran sometidos los cristianos, y también por la dulzura de la doctrina, San Pancracio dispuso de los recursos de su herencia para ayudar a los perseguidos, y al poco tiempo él mismo se hizo bautizar.
A la muerte de su tío, San Pancracio, que para entonces tenía ya 14 años de edad, fue apresado y conducido ante el emperador Diocleciano. A pesar de las crueles torturas que le aplicaron en presencia del monarca, él joven nunca renegó de su religión.
Diocleciano lo condenó entonces a ser decapitado en público, y ordenó que su cadáver fuera arrojado a una jauría de perros hambrientos. Sin embargo, una cristiana que arriesgó su vida recogió sus restos mortales y los depositó en las catacumbas de la Vía Aurelia.
San Pancracio es el Santo Patrono de quienes hacen su Primera Comunión. También se le invoca en casos de ayuda para mejorar la situación económica.

Jn 16, 23b.-28

Evangelio
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta. Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre. Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes, ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios. Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre”.

Comentario
Cuando nos ponemos en la presencia de Dios, parece que es inevitable que nos surjan del corazón y de la boca montones de peticiones. Pero tenemos que ponernos en la perspectiva del reino del que habló Jesús. No sólo habló de él. También nos invitó a participar activamente en su construcción.
Es muy fácil que, puestos en esa perspectiva, nuestra oración cambie. Y dejemos de pensar en lo que tiene que hacer Dios para solucionar nuestros problemas y comencemos a pensar en lo que tenemos que hacer para construir el reino.

Oración
Señor Dios nuestro:
Cuando oramos y te pedimos en el nombre de Jesús, tu Hijo, concédenos también la actitud de Jesús: una sana inquietud para buscar tu voluntad y para entregarnos en tus manos.
Danos la gracia de no buscarnos a nosotros mismos y de no intentar forzarte a hacer nuestra propia voluntad.
Te lo pedimos por tu Hijo, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

San Florián




Nació en un sitio llamado Cannabiaca, tal vez el actual poblado de Zeiselmauer, cerca de Tulln, Austria alrededor del año 300. Era la época en que el Imperio Romano se extendía aún por gran parte de Europa.
De acuerdo con la tradición, a San Florián se le atribuye una acción heroica cuando tenía apenas 10 años de edad. Se encontraba jugando en el campo cuando se percató de que la choza donde dormían sus padres estaba comenzando a incendiarse. El niño no tuvo miedo, y con determinación corrió por un balde de agua y comenzó a apagar el fuego. Fue así como salvó la vida de sus progenitores.
De adulto se convirtió en oficial del ejército romano, y fue adscrito a las órdenes de Aquilinus, el regente de la provincia romana de Ufernoricum. Sin embargo, fue jubilado con anticipación; es de suponer que la causa fue su conversión al cristianismo, y se retiró a vivir a Aelium Cetium, la actual Sankt Pölten.
Cuando el emperador Diocleciano comenzó las persecuciones contra los cristianos en todo el Imperio, Aquilinus capturó a cuarenta cristianos en Lauriacum, la actual Lorch, los cuales fueron torturados y encerrados en calabozos.
Cuando San Florián se enteró de la noticia, se dirigió sin pensarlo a ese sitio para interceder por sus hermanos de fe ante quien había sido su jefe. Pero Aquilinus hizo arrestar también a su antiguo subalterno cuando éste se negó a abjurar del cristianismo.
El antiguo soldado fue azotado con cadenas hasta que se le rompieron varios huesos, y luego fue condenado a morir arrojado de un puente al río Emms, con una piedra de molino atada al cuello para asegurar que se quedara en el fondo.
Se dice que, no obstante, el cuerpo de San Florián salió a flote y un águila lo fue protegiendo de los paganos mientras la corriente lo arrastraba aguas abajo. Esa noche se le apareció en sueños a Valeria, una piadosa mujer, indicándole dónde había quedado varado su cadáver, para que le dieran cristiana sepultura.
La iconografía lo representa generalmente apagando un incendio y con una piedra de molino.
San Florián de Lorch es el Santo Patrono de los bomberos y apagafuegos.

Decálogo Mariano para el mes de mayo



1. Di que “sí” en las cuestiones donde veas clara una llamada a tu servicio y generosidad. "Quien siembra tacañamente, tacañamente recogerá". El “SÍ” de María se prolonga y se hace real, allá donde hay gente de bien que sabe responder afirmativamente a las causas nobles.

2. Ponte en camino, como María. No te quedes cerrado y conforme con tus dificultades. Es bueno saber que, no muy lejos, siempre hay alguien que espera tu llegada. 

3. Fíate de Dios. No te dejes arrastrar por la crítica ambiental sobre la iglesia. María vivió de espaldas a toda murmuración. Fue fiel al Señor. 

4. Allá donde estés (reuniones, convocatorias, trabajo, colegio, etc.) procura ser reflexivo. Medita, como María, las decisiones que vayas a tomar. En los temas especialmente delicados, tómate tu tiempo. Es bueno hablarlo con Dios.

5. Si ves que, en donde te desenvuelves, falta el vino de la alegría, del optimismo o de la ilusión, procura –como María- poner tu grano de arena para que, en medio de la insipidez, ayudes a recuperar el sentido de la fiesta.

6. Trata, como María, con delicadeza a los que te rodean. Sé respetuoso. Uno recoge aquello que siembra. 

7. No te parezca un imposible el ser cristiano. No lo escondas en tus ambientes. A María, al principio, también le resultaba difícil entender los planes de Dios.

8. Como María, en las Bodas de Caná, haz lo posible para que –en situaciones de inquietud- todo pueda volver a la normalidad. A veces, una palabra a tiempo, vale más que cien mil fuera de lugar.

9. Si sabes de alguna persona que sufre, no lo dudes, acércate a ella. María no lo dudó ni un solo instante: Jesús subió a la cruz pero, Ella, estuvo a los pies del madero. 

10. Cuando sientas que la honra de alguien está en peligro, escapa de esas situaciones y no las alimentes. María, con José, supo marchar hacia Egipto antes de que la maldad se adueñara de un Niño inocente.

(Padre Javier Leoz)

Jn 15, 12-17

Evangelio
A la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros”.

Comentario
¡Qué difícil es amar a todos y cada uno de nuestros hermanos, a todos sin excepción! Incluso al vecino que desquicia nuestros nervios, al antipático cascarrabias de la puerta de enfrente, a la mujer aburrida que encontramos en el trabajo, o al mendigo desaliñado y andrajoso que es demasiado haragán para trabajar…Nos parece que amarles como el Señor nos ama, con el mismo amor que se olvida de sí mismo y se sacrifica, es mucho exigir.
Pero el Señor nos eligió a todos, nos tomó y aceptó tal como somos, y nos llamó amigos. Debemos esforzarnos para que nuestro amor llegue a ser tan gracioso y gratuito como el de Jesús

Oración
Señor Dios nuestro, Padre amoroso:
Pensamos que es bastante fácil amarte a ti, pero amar a todos los que nos rodean, con todos sus defectos molestos, con frecuencia nos parece algo por encima de nuestras fuerzas.
Haznos conscientes, Señor, de que tú nos has aceptado tal como somos y aun así nos amas sin reserva.
Danos fuerza para ser pacientes con todos, para comprenderlos y amarlos, y para elegirlos como nuestros hermanos y hermanas, porque tú nos has elegido a todos como amigos y eres nuestro Dios y Señor por los siglos de los siglos.
Amén

Santos Felipe y Santiago




San FELIPE era originario de Betsaida de Galilea. San Juan habla de él varias veces en el Evangelio. Narra que el Señor Jesús llamó a Felipe al día siguiente de las vocaciones de San Pedro y San Andrés. De los Evangelios se deduce que el Santo respondió al llamado del Señor.

Felipe fue el que llamó a Natanael o Bartolomé y lo llevó a donde Jesús. Cuando el Señor eligió a los 12 apóstoles, uno de los elegidos fue Felipe. Y el día de la multiplicación de los panes, antes de obrar el milagro, Jesús le preguntó a Felipe: "¿De dónde crees tú que podremos conseguir pan para tanta gente?". Un día en que unos griegos extranjeros quisieron hablar con el Divino Maestro le pidieron a Felipe que los llevara hacia El. Y en la Ultima Cena este fue el apóstol que le dijo a Jesús: "Señor: muéstranos al Padre", y Jesús le respondió: "Felipe, quien me ve a Mí, ve al Padre". El día de Pentecostés, Felipe recibió junto con los otros apóstoles y la Virgen María, al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego.

Los narradores antiguos dicen que este Apóstol después de Pentecostés se fue a evangelizar a Bitinia, en el Asia Menor (cerca del Mar Negro) y murió en Hierápolis. Papías, un autor del siglo II afirma que San Felipe logró el milagro de resucitar a un muerto. Y San Clemente de Alejandría dice que lo hicieron morir crucificado en una persecución contra los cristianos.


A SANTIAGO se le llama "el Menor" para diferenciarlo del otro apóstol, Santiago el Mayor (que fue martirizado poco después de la muerte de Cristo).

El evangelio dice que era de Caná de Galilea, que su padre se llamaba Alfeo y que era familiar de Nuestro Señor. Es llamado "el hermano de Jesús", no porque fuera hijo de la Virgen María, la cual no tuvo sino un solo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, sino porque en la Biblia se le llaman "hermanos" a los que provienen de un mismo abuelo: a los primos, tíos y sobrinos (y probablemente Santiago era "primo" de Jesús, hijo de alguna hermana de la Sma. Virgen). En la S. Biblia se lee que Abraham llamaba "hermano" a Lot, pero Lot era sobrino de Abraham. Y se le lee también que Jacob llamaba "hermano" a Laban, pero Laban era tío de Jacob. Así que el decir que alguno era "hermano" de Jesús no significa que María tuvo más hijos, sino que estos llamados "hermanos", eran simplemente familiares: primos, etc.

San Pablo afirma que una de las apariciones de Jesús Resucitado fue a Santiago. Y el libro de Los Hechos de los Apóstoles narra cómo en la Iglesia de Jerusalén era sumamente estimado este apóstol. (Lo llamaban "el obispo de Jerusalén"). San Pablo cuenta que él, la primera vez que subió a Jerusalén después de su conversión, fue a visitar a San Pedro y no vio a ninguno de los otros apóstoles, sino solamente a Santiago. Cuando San Pedro fue liberado por un ángel de la prisión, corrió hacia la casa donde se hospedaban los discípulos y les dejó el encargo de "comunicar a Santiago y a los demás", que había sido liberado y que se iba a otra ciudad (Hech. 12,17). Y el Libro Santo refiere que la última vez que San Pablo fue a Jerusalén, se dirigió antes que todo "a visitar a Santiago, y allí en casa de él se reunieron todos los jefes de la Iglesia de Jerusalén" (Hech. 21,15). San Pablo en la carta que escribió a los Gálatas afirma: "Santiago es, junto con Juan y Pedro, una de las columnas principales de la Iglesia". (Por todo esto se deduce que era muy venerado entre los cristianos).

Cuando los apóstoles se reunieron en Jerusalén para el primer Concilio o reunión de todos los jefes de la Iglesia, fue este apóstol Santiago el que redactó la carta que dirigieron a todos los cristianos (Hechos 15).

Hegesipo, historiador del siglo II dice: "Santiago era llamado ‘El Santo’. La gente estaba segura de que nunca había cometido un pecado grave. Jamás comía carne, ni tomaba licores. Pasaba tanto tiempo arrodillado rezando en el templo, que al fin se le hicieron callos en las rodillas. Rezaba muchas horas adorando a Dios y pidiendo perdón al Señor por los pecados del pueblo. La gente lo llamaba: ‘El que intercede por el pueblo’". Muchísimos judíos creyeron en Jesús, movidos por las palabras y el buen ejemplo de Santiago. Por eso el Sumo Sacerdote Anás II y los jefes de los judíos, un día de gran fiesta y de mucha concurrencia le dijeron: "Te rogamos que ya que el pueblo siente por ti grande admiración, te presentes ante la multitud y les digas que Jesús no es el Mesías o Redentor". Y Santiago se presentó ante el gentío y les dijo: "Jesús es el enviado de Dios para salvación de los que quieran salvarse. Y lo veremos un día sobre las nubes, sentado a la derecha de Dios". Al oír esto, los jefes de los sacerdotes se llenaron de ira y decían: "Si este hombre sigue hablando, todos los judíos se van a hacer seguidores de Jesús". Y lo llevaron a la parte más alta del templo y desde allá lo echaron hacia el precipicio. Santiago no murió de golpe sino que rezaba de rodillas diciendo: "Padre Dios, te ruego que los perdones porque no saben lo que hacen".

El historiador judío, Flavio Josefo, dice que a Jerusalén le llegaron grandes castigos de Dios, por haber asesinado a Santiago que era considerado el hombre más santo de su tiempo.

Este apóstol redactó uno de los escritos más agradables y provechosos de la S. Biblia. La que se llama "Carta de Santiago". Es un mensaje hermoso y sumamente práctico. Ojalá ninguno de nosotros deje de leerla. Se encuentra al final de la Biblia. Allí dice frases tan importantes como estas: "Si alguien se imagina ser persona religiosa y no domina su lengua, se equivoca y su religión es vana". "Oh ricos: si no comparten con el pobre sus riquezas, prepárense a grandes castigos del cielo". "Si alguno está triste, que rece. Si alguno se enferma, que llamen a los presbíteros y lo unjan con aceite santo, y esa oración le aprovechará mucho al enfermo" (de aquí sacó la Iglesia la costumbre de hacer la Unción de los enfermos). La frase más famosa de la Carta de Santiago es esta: "La fe sin obras, está muerta".