San Pedro González Telmo


Nació en la villa de Frómista, cerca de Palencia, por el año 1180 de padres muy cristianos y de familia distinguida.

Siendo sobrino del obispo de Astorga, este le costeó la educación religiosa para que se hiciera sacerdote, y una vez ordenado lo nombró presidente de los canónigos de esa ciudad. Pero su educación había sido más mundana que espiritual y lo que buscaba Telmo no era salvar almas sino conseguir honores, y en él dominaban más el orgullo y el deseo de aparecer, que la virtud. Y Dios dispuso corregirlo. Y así fue que el día en que se dirigía lleno de vanidad por las calles de Astorga a tomar posesión de su puesto de presidente de los empleados de la catedral, el caballo en el que viajaba con tanto orgullo y ostentación, empezó a corcovear y lo derribó entre un barrizal, en medio de las risas de la gente. Telmo se levantó de esa caída y exclamó: "Ya que hoy el mundo se ha burlado de mí, de ahora en adelante yo me burlaré del mundo".

El incidente le hizo comprender su propia vanidad y le cambió el corazón. Pedro renunció al beneficio de su nombramiento e ingresó en la Orden de Santo Domingo.

Como fraile ocupó el puesto de capellán militar, donde su don de orador llamó la atención de Fernando III, quien lo convocó a la corte. 

Pedro emprendió al punto la difícil tarea de reformar a los cortesanos y a los soldados, lo cual le ganó, naturalmente, la oposición de los nobles más jóvenes. También predicó la Cruzada contra los moros y, con sus sabios consejos, sus oraciones y el buen espíritu que supo sembrar, contribuyó en gran manera al éxito de las campañas del rey Fernando.

Los militares jóvenes de las altas clases sociales se sintieron muy molestos por los sermones de Telmo en el ejército, porque no les toleraba sus vicios y maldades y se propusieron amargarle la vida lo más posible. El, al darse cuenta de que el ambiente de allí no era apto para su modo de obrar y de pensar, se retiró del ejército y empezó otro apostolado muy especial: la evangelización de los pescadores y marineros en la región de Tuy. Y allí sí fue mejor aceptado. Las iglesias eran con frecuencia insuficientes para la multitud que acudía a oírle, y Pedro tenía que predicar al aire libre.

Murió el domingo de Pascua de 1246. Su culto fue confirmado en 1741.

Y desde entonces empezó una interminable serie de prodigios conseguidos por su intercesión: salvarse de naufragios que parecían irremediables. Calma instantánea de tempestades. Conversión de pecadores. Apaciguamiento entre los que estaban peleados. Solución de graves situaciones económicas. Y por muchos años y hasta siglos, los marineros de España y de Portugal, cuando estaban en gravísimos peligros, lo primero que gritaban era: "¡San Telmo bendito, protéjanos!". Y cuando las tempestades arreciaban, los que estaban en alta mar repetían: "Es hora de invocar a San Telmo bendito".

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